Nicaragua, un país rural y de gente luchadora que avanza gracias a los saberes y sudores de hombres, mujeres, jóvenes y niños campesinos quienes apuestan su vida a la producción de alimentos para el pueblo. Los alimentos, la base de nuestra soberanía política, se siembran, cuidan y cosechan, en las comunidades campesinas y en los lugares periurbanos.

El Ministerio de Educación (MINED)  ha fomentado la creación de huertos escolares en todo el país, en primaria y secundaria, para fortalecer la cultura agraria del país, el  reconocimiento social del campesinado y motivar a los niños y jóvenes hacia la producción e innovaciones agrícolas para el máximo aprovechamiento de la tierra. Además, con la producción del huerto escolar se fortalece la merienda escolar que se entrega en todas las escuelas del país. La merienda está constituida de arroz, frijol, maíz y los padres de niños y jóvenes se organizan para la elaboración y la complementación de los alimentos.

Estos huertos escolares se logran a partir del trabajo articulado del MINED con otras instituciones del estado y la comunidad organizada. En la experiencia que les vamos a contar, la semilla germinada son dos huertos realizados en escuelitas rurales por estudiantes y docentes, de primaria y universitarios, así como padres de familia de la comunidad.

Todo comenzó cuando las profesoras rurales de las comunidades Los Copeles y San Miguelito en el municipio Juigalpa, departamento de Chontales, les preocupaba cómo fortalecer la merienda escolar, el poco uso de la tierra y el desapego de los niños al campo. Ellas juntaron sus preocupaciones con la orientación del Ministerio de Educación de realizar el huerto escolar. Así, buscaron acompañamiento de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua- Facultad Regional Multidisciplinaria FAREM –Chontales. La universidad ayudo a realizar el huerto por medio de docentes y estudiantes de la clase de agroecología de la carrera de agronomía en el año 2020.

La escuelita comunitaria de San Miguelito funciona toda la semana, en turno regular de lunes a viernes en periodo matutino. Ofrece prescolar con nueve niños que oscilan entre tres y cinco años, en multigrado de primaria de 1° – 6° grado. Hay 21 niños con edades que se comprenden de seis a 13 años. Los sábados y domingo hay 69 jóvenes campesinos en multigrado y secundaria por encuentro con edades que oscilan entre 14 y 20 años. La escuelita comunitaria Los copeles solo es para los niños más pequeños, ya que es la parte alta del territorio.

Esta zona de Nicaragua es zona seca,  se caracteriza por tener una cultura productiva de pequeña y mediana ganadería bovina basada en el pastoreo extensivo, con agricultura tradicional de granos básicos-. Muchas familias campesinas cuentan con tierra desde la reforma agraria, sin embargo, se mantienen condiciones de pobreza, causado por múltiples factores, entre ellos el fuerte arraigo hacia la ganadería en monocultivo.

Hay un dicho popular que dice “el ver hace fe”. Así fue esta experiencia: se juntaron preocupaciones, tristezas, incertidumbres, pero también aliento, sueños y voluntades. Sólo la unión de estos vigores dispersos hizo posible la creación de los dos huertos comunitarios. El huerto fue un verdadero diálogo de saberes entre jóvenes del campo y la ciudad. Fue una experiencia socio pedagógico y un aprendizaje significativo para todos. El huerto se convirtió en el aula y laboratorio vivo tanto para estudiantes y docentes de la clase de agroecología.

“Este proceso me vino a levantar el ánimo en medio de tantas dificultades del contexto. Ya que no sabíamos que hacer. Después de esta actividad me siento bien motivado a seguir apoyando mí comunidad y comprometido con el huerto de la escuelita Los Copeles, para que siga funcionando bien y con eficiencia…con este proceso gané mucha experiencia, fue muy lindo. Es muy necesario unir esfuerzos para minimizar la migración del campo,  la pobreza, en el presente y futuro, formando a los niños y jóvenes que son los que producirán alimentos en los próximos y trabajando en unidad con la familia” (Henry Rosales Matus, joven productor del municipio de Juigalpa, estudiante de 3er año de agronomía y líder comunitario).

El inicio y desarrollo de los huertos fue liderado sobre todo por las mujeres y jóvenes. Desde la fuerza femenina y el apoyo mutuo lograron avanzar hombres y mujeres. Fue un reto, aprender entre todos, ajustar los tiempos y métodos para definir las actividades virtuales y físicas. Aprovechar los momentos en físico, dialogar desde el corazón y materializar el sueño de los huertos. Hay tanto que contar que ni las letras ni el tiempo del lector lo permiten. Las principales lecciones no las diremos nosotros sino los protagonistas de esta historia, comenzaremos contando que los niños quienes en distintos momentos expresaron alegría y felicidad, emoción natural que expresan los niños cuando descubren algo nuevo.

Personalmente no conocía profundamente la agroecología hasta que recibimos la clase, yo creía que era solo cultivar de manera orgánica, aunque si bien es cierto la agroecología busca la producción de manera sustentable y de la forma que menos se perjudiquen a los ecosistemas ahora entiendo que la agroecología no solo es una técnica, sino una filosofía y en un modo de vida” (Luisa Castro).
“Al inicio me costó hablar con los jóvenes de la comunidad, me sentía muy ansiosa y con miedo, pero luego la experiencia fue más gratificante. Estoy empezando a hacer un cambio desde mi hogar, reutilizando y produciendo algunas hierbas aromáticas, vegetales y frutas, espero poder ayudar a mi barrio y familia con este huerto” (Judith González).

“Gracias por creer en nosotros, por motivarnos, al inicio estaba muy nerviosa, trataré de aprender más sobre esta ciencia…lo más increíble fue sentir que podemos” (Karyher Duarte). “Para mí fue muy lindo e importante lo que hicimos, en medio de la pandemia pudimos trabajar con responsabilidad y amor con los niños en el huerto escolar…a pesar de que son unos niños tienen muchos sueños e iniciativa por cultivar en sus tierras, una niña ya tenía sembrada cebolla y otros cultivos en su casa a partir de lo que aprendió en el huerto, me llamo la atención el interés de los niños y sus padres, me quedé enamorada de los ángeles bellos” (Alba Arroliga).

“El haber vivido esta experiencia fue muy interesante, todos trabajamos unidos, con alegría y con esperanzas. Al principio tenía miedo, pensaba y estaba segura de que no participaría debido a algunos problemas familiares causados por la pandemia que hoy en día estamos enfrentando, sin embargo, ignore algunos comentarios negativos. El primer día de trabajo lo sentí como algo complicado, no logramos hablar con los jóvenes de la comunidad, pero después logramos organizarnos y socializar ¡fue divertido…! Los demás días fueron fantásticos, pues ya todos teníamos más confianza y logramos avanzar. Al igual que todos, cometimos algunos errores como por ejemplo el semillero quedó desprotegido, tuvimos que volver a establecerlo. Para mí la realización de este huerto fue demasiado importante porque me ha permitido crecer en lo personal y profesional. En esta bonita experiencia productiva pudimos aprender y enseñar, así mismo identificar los beneficios que ofrece el huerto escolar a la comunidad estudiantil desde los principios agroecológicos” (Danieska Morales Suárez).

“Fue una experiencia inolvidable no solo para mí, también para los niños de primaria que fue el grupo que nos tocó trabajar, fue un grupo increíble porque ellos vienen aprendiendo desde pequeño a cómo trabajar la tierra” (Stalin López).

b) Padres de familia: Un padre de familia expreso que “es muy bonito todo lo que se está haciendo, lo bueno es sembrar lo que alcance en la tierra, está marchando bien bonito, los niños y jóvenes todo lo tienen muy bonito, han sembrado, cebolla, frijoles y sus cositas, tienen bonito” (Poblador)

c) Docentes:  “Para los docentes universitarios ha sido un proceso enriquecedor porque es eso nos lanzamos hacia lo desconocido sin importar nada, ni la crítica, ni el miedo al fracaso, más bien como un desafío en el que se han visto fortalecidos los conocimientos, la amistad y las relaciones con los estudiantes de todos los años primaria, secundaria, universidad” (Indiana Montoya).

“Esto es una gran cosa, como profesoras de la comunidad estamos contentas, me siento apoyada, acompañada con la comunidad, los niños están bien activos” (Maribel Hurtado). Las actividades del huerto fueron: la reparación del cerco perimetral de la escuela, la siembra de prenderizos de elequeme, madero negro y jocotes, el cercado de un área para protegerlo de gallinas y animales, la limpieza y preparación del suelo, la búsqueda de semillas de todo tipo- plátano, yuca, malanga, camote, frijol, hortalizas, plantas medicinales y frutales- la organización del riego y el cuido de los cultivos.

Los huertos comunitarios son las semillas de los futuros faros agroecológicos, semilla que fue sembrada en la tierra fértil que es la mente, imaginación y sueños de estos niños y niñas y jóvenes, ellos no son el futuro, son el presente y en sus manitas llenas de tierra está el futuro de la comunidad y la agroecología.  Esta experiencia pregona que los huertos escolares para la diversificación productiva, pensados desde la pedagogía del amor y la ternura entre las personas, a todos los niveles, a todas las edades, con personas tanto del campo como la ciudad son una herramienta pedagógica que con la acción colectiva genera pequeños y grandes cambios, tan necesarios en el mundo que vivimos.

A pesar del COVID en estos dos años, “se logró realizar y mantener el huerto, motivar a los estudiantes y darnos apoyo mutuo psicológico y práctico. Los jóvenes de la ciudad y los estudiantes universitarios fuimos conscientes que las comunidades no se detienen, siguen adelante, luchan y trabajan día a día y que nosotros, en nuestros espacios, debemos ser mejores y estar a la altura de los retos que la vida nos coloca. Hay mucha motivación de las madres de familias y niños de hacer sus propios huertos”, algunas semillas se compartieron como plátano y yuca, los estudiantes y docentes se están organizando para el acompañamiento continuo al huerto y seguir intercambiando semilla. El reto es grande y sigue: seguir fortaleciendo la organización comunitaria desde los huertos escolares.

La experiencias productiva en los huertos escolares en esta zona de Nicaragua, nos ha enseñado que las soluciones a la pobreza pasan por múltiples procesos. Es indispensable la reforma agraria, pero no suficiente: es necesario inversión real en el campo, pero de la mano con procesos colectivos de aprendizaje, que ayuden a las familias históricamente excluidas y discriminadas a ganar confianza, a vencer los miedos interiorizados, a forjar relaciones familiares más justas, amorosas y a creer en ellos mismos.

Estos procesos no son fáciles, necesitan paciencia, confianza y tiempo. Pero, sobre todo, procesos desde adentro a nivel comunitario y personal, que se centren en el uso de recursos locales y que se apoyen en la articulación de múltiples actores. Procesos que ayuden a cambiar a las personas que cambian las cosas para cambiar las realidades con mente y corazón. Así sigue Nicaragua chiquitita pero enorme, va con acciones concretas, hacia la diversificación productiva y la permanencia de la juventud. Mientras tú lees esto y la tarde cae, los campos en muchos patios de las escuelas se rebrotan de verde, en todos los municipios del país. Los huertos escolares crecen, florecen e inspiran, motivan, emocionan y comprometen.

Escrita por: Indiana Montoya y Yorlis LunaTortilla Con Sal